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Se utilizaron técnicas de bioingeniería para la construcción de un “muro vivo” que contuviera las tierras.
Además de resolver el problema, el muro vivo resulta un elemento de alto valor ornamental y fué utilizado como soporte para un banco de jardín integrándolo perfectamente en la composición paisajista.
La utilización de materiales vivos en vez de hormigón, generando estructuras capaces de realizar la misma función de los materiales inertes, minimiza la huella de carbono y crea focos de depuración del agua y del aire.
Las características fisiológicas de las plantas empleadas, que se seleccionan por su capacidad de enraizamiento y sujección de tierras, forman un muro de gran estabilidad capaz de resistir empujes de tierras además de aprovechar los aportes de lluvias y escorrentías como aportes beneficiosos para su desarrollo.
